A finales de mayo, Médicos sin Fronteras (MSF) cerró su proyecto de Tawila, después de 13 años ofreciendo atención médica a la población de uno de los puntos calientes del conflicto de Darfur, en el oeste de Sudán. Esta pequeña localidad del estado de Darfur Norte sufrió ataques a principios de la década de 2000 que obligaron a su población a huir y luego acogió oleadas de desplazados internos que escaparon de la violencia en otras zonas.
“Tawila era un pueblo fantasma. Algunas personas iban a revisar las casas abandonadas, pero alrededor de las cuatro de la tarde, mucho antes del atardecer, regresaban a los campamentos de la periferia”, recuerda Gibreel. Gibreel formó parte del equipo de MSF que, a finales de 2007, realizó una evaluación como el primer paso para abrir un proyecto permanente en esta área del estado de Darfur Norte. Antes de eso, las visitas de MSF a Tawila habían sido solo esporádicas.
“Nos estábamos quedando en una escuela. Alertados por el ruido de nuestro generador, varios hombres armados se acercaron para quejarse de que no habían sido informados sobre nuestra presencia. Dispararon un mortero (a modo de advertencia) y tuvimos que apagar el generador».
Esta fue la primera experiencia de lo que se convertiría en parte de la rutina de trabajar en un lugar muy volátil en el que MSF proporcionó atención médica integral en el hospital local y en aldeas cercanas. Tawila fue uno de los muchos puntos críticos del conflicto entre el gobierno sudanés y los grupos rebeldes en Darfur, una región solo algo más pequeña que España situada en el oeste de Sudán. Desde que comenzaron los combates en 2003, decenas de miles de personas han perdido la vida y millones se han visto desplazadas (según estimaciones de la ONU, al menos 300.000 personas han fallecido por violencia o enfermedad en el conflicto de Darfur y 2.5 millones se han visto desplazadas).
Cuando Tawila fue atacada y saqueada por una milicia del gobierno en 2003, la mayoría de sus habitantes huyeron a El Fasher, la capital del estado. Mientras la localidad permanecía vacía, en sus alrededores comenzaron a levantarse campamentos con decenas de miles de desplazados internos que escapaban de otras zonas del conflicto, incluidos los bastiones de Jebel Marra y Jebel Si.
“Cuando comenzamos el proyecto, la mayoría de nuestros trabajadores también eran desplazados internos. Sus experiencias eran aún muy recientes. Lo habían perdido todo en ataques perpetrados por diferentes milicias. No había nada que recuperar, por lo que no querían regresar a casa a cualquier precio», explica Mohammed Elmutwakil, que trabajó como médico en Tawila entre 2007 y 2008.
Área de tierras de cultivo y origen de un tabaco popular
Tawila se encuentra en un valle; es una zona de tierras de cultivo a medio camino de tribus de pastores nómadas. Está atravesada por un río que engorda durante la temporada de lluvias entre junio y octubre. Las lluvias suavizan temperaturas que pueden superar fácilmente los 40 grados centígrados en los meses anteriores. Intensas tormentas de arena, llamadas habub, hacen que las pestañas se vuelvan blancas. A veces se pueden ver burros, comúnmente utilizados para transportar mercancías, caminando solos en caravanas transportando madera o carbón durante largas distancias.
La localidad tenía un mercado con mucho trajín y era muy próspera antes de 2003. Las personas cultivaban verduras y cereales, como sorgo, y un preciado tabaco de mascar local, llamado tombac, hecho a base de hojas secas. El tombac ha sido tradicionalmente una fuente importante de ingresos e impuestos, ya que se consume bastante en otras partes de Sudán. Antes del conflicto, algunos comerciantes locales tenían propiedades en Jartum y El Fasher debido a la prosperidad de sus negocios.
Sin embargo, el conflicto condujo al colapso del sistema de salud y la mayoría del resto de servicios en la zona. «No había atención médica, nada», dice Mohammed. “Las necesidades de la población eran enormes. Todas las organizaciones humanitarias se retiraron debido a la inseguridad”, agrega Gibreel.
Respuestas de emergencia frecuentes
Médicos Sin Fronteras renovó y amplió las instalaciones del hospital en Tawila. Con el hospital como base, también comenzamos a llevar a cabo clínicas móviles en áreas cercanas y lanzamos frecuentemente respuestas de emergencia. Los equipos hicieron frente a brotes de enfermedades como el cólera, la malaria, el sarampión, el dengue y la tos ferina; abordaron crisis nutricionales y trataron a heridos por enfrentamientos.
Alrededor de 54.000 personas viven hoy en Tawila. La mayoría se encuentran en cinco campos de acogida, incluido el localmente famoso «Ruanda», nombrado en referencia a las tropas ruandesas de las Naciones Unidas y la Misión de la Unión Africana (UNAMID) encargadas de patrullar el lugar.
Los campamentos se han formado, expandido y transformado en diferentes momentos a medida que nuevos grupos de personas desplazadas llegaban después de erupciones de violencia (las principales olas de desplazamiento ocurrieron en los años 2010, 2012, 2014 y 2016). Por ejemplo, 55.000 personas llegaron en 2012 y otras 36.000 en 2016.
En cada ocasión, los desplazados llegaban casi sin nada y el equipo debía adaptar rápidamente su respuesta. A veces lanzando una campaña de vacunación. Otras veces, mejorando el suministro de agua potable y las condiciones de saneamiento en las zonas donde se habían asentado los recién llegados.
Al principio, la gente solía quedarse en tiendas dispersas hechas con láminas de plástico y palos de madera, donde familias enteras a menudo encabezadas por mujeres viudas compartían un espacio reducido. Con el tiempo, los campamentos se volvían más densos y las tiendas se transformaban en chozas reforzadas con paja y otros materiales.
Desnutrición, mordeduras de serpiente y embarazos complicados
«En 2017, unos meses después de la última afluencia de desplazados, nos enfrentamos a una importante crisis nutricional«, recuerda Gibreel. En cuestión de días, todos los departamentos del hospital de MSF se convirtieron en salas para tratar a niños desnutridos.
“Había hasta 60 niños en cada sala. Algunos eran poco más que piel y huesos, pero fue un alivio ver su rápida recuperación. En apenas dos semanas, muchos ya mejoraban”.
Más allá de las emergencias, cada día muchas mujeres acudían al hospital con complicaciones en su embarazo o tras el parto, o con niños que sufrían diarrea y enfermedades infecciosas. Otros pacientes venían en busca de apoyo psicosocial. Desde 2012 (el proyecto comenzó en 2007 pero solo disponemos de datos médicos consolidados desde 2012), el hospital apoyado por MSF en Tawila ha llevado a cabo más de medio millón de consultas médicas, ha tratado a casi 18.000 niños con desnutrición severa y ha ayudado a mujeres a dar a luz a 3.000 bebés.
En ocasiones, el equipo se enfrentó a situaciones trágicas que podrían haberse evitado. “A menudo recibíamos pacientes con gangrena avanzada causada por mordeduras de serpientes. Habían visitado a un curandero tradicional, pero esto no resolvió su problema. Cuando llegaban al hospital, ya era bastante tarde y muy difícil de tratar”, se lamenta Mohammed.
Desafíos: algunos burocráticos, otros brutales
Trabajar en Tawila no ha sido fácil. Durante nuestros 13 años allí, los equipos de MSF sufrieron 14 incidentes de seguridad perpetrados por grupos armados, como bandidos o elementos de las diversas facciones en conflicto. Estos incluyeron varios robos de automóviles, otros robos violentos y tiroteos, ataques a la casa donde se alojaba el personal e incursiones violentas en el centro de salud.
Ninguno de nuestros trabajadores murió durante estos incidentes, pero dos resultaron heridos. En ocasiones, los secuestros de personal humanitario fueron habituales en la región y afectaron a varias organizaciones. En algunos momentos, como en 2008, 2009, 2010 y 2013, nuestros equipos tuvieron que retirarse durante semanas o meses antes de que resultara seguro regresar.
«Después de uno de los robos de automóviles, me impactó ver cómo un grupo de desplazados internos corría tras las personas que se alejaban en nuestros automóviles para tratar de recuperarlos», recuerda Gibreel. “Algunas personas lloraban porque querían que nos quedáramos. Esto nos conmovió tanto que quedó bastante claro que teníamos que permanecer en ese lugar a pesar de todas las dificultades”.
Moverse fuera de la localidad también resultaba complicado. Tawila está a solo 35 kilómetros de El Fasher, adonde se derivan la mayoría de los pacientes críticos y de donde se consiguen suministros esenciales. Sin embargo, durante años no hubo vuelos en helicóptero entre Tawila y El Fasher, así que nuestros equipos tuvieron que hacer por seguridad largos desvíos por polvorientos caminos plagados de baches. Un vuelo corto se convertía así en un viaje de hasta siete horas.
El equipo también afrontó con mucha frecuencia obstáculos burocráticos, como restricciones en el despliegue de personal internacional o en el envío de ciertos suministros, lo que hizo que el trabajo allí fuera mucho más desafiante.
“También fue desafiante reclutar al personal. No todo el mundo deseaba trabajar en un lugar considerado muy peligroso, un punto donde confluían tensiones entre diferentes grupos rebeldes y facciones militares», recuerda Mónica Camacho, ex coordinadora de MSF en Sudán y actual jefa de programas para África del Este. «A menudo era frustrante ver que algunos grupos de población no podían llegar al hospital o a nuestras clínicas móviles, y que tampoco nuestros equipos podían llegar a ellos».
Menos inseguridad, más actividad económica
En los últimos años, algunos progresos en las negociaciones de paz han conducido a una mejora significativa en el acceso y la movilidad. Una mejor conectividad con El Fasher ha llevado a otras organizaciones humanitarias a establecer una presencia más permanente en Tawila y también ha impulsado el comercio.
«La mejora de la economía es visible», apunta Benjamin Mutiso, coordinador del proyecto de MSF en Tawila hasta marzo de 2020. «Algunas personas van a vender al mercado en El Fasher y desde allí, se envían a Jartum algunos productos, como el tabaco local. Otras personas han podido reconstruir partes de la localidad. Se han erigido algunos edificios más estables».
Si aumenta sustancialmente el número de burros de color blanco, símbolo de estatus para las comunidades locales, se confirmará la tendencia.
Tawila no fue inmune tampoco a los acontecimientos de 2019. Después de la caída del presidente Omar al-Bashir el año pasado, un grado de incertidumbre infectó el lugar, como lo hizo en todo el país. Hoy, la población, incluso si desea regresar a sus áreas de origen, aún afronta una decisión difícil después de años de desplazamiento y violencia intermitente.
“Muchos han huido varias veces, han perdido familiares y ni siquiera han podido enterrar a sus seres queridos. Algunos no pudieron llevar consigo a todos sus hijos mientras huían de los ataques», dice Gibreel. La gente en Tawila ha tenido que hacer un largo viaje para asumir estos recuerdos.