La capital de Venezuela, Caracas, es una de las ciudades con las tasas de homicidio más altas del mundo. En los últimos años, la violencia criminal ha ido en aumento en los barrios de la periferia, los más vulnerables. En estas zonas, los ciudadanos están continuamente expuestos a robos, asesinatos, extorsiones, asaltos a mano armada, secuestros exprés y reclutamiento forzado. Esta situación afecta a la vida diaria de la población y, sobre todo, a su salud mental.
Las mafias y las bandas criminales utilizan la violencia como herramienta de control del territorio. En paralelo, aumenta la delincuencia común y la violencia diaria generalizada que se traduce en un número cada vez más elevado de víctimas y afectados.
“Mataron a mi marido en la puerta de nuestra casa cuando salíamos a trabajar. Era escolta, lo mataron para robarle su pistola”, relata Yanieri, una de nuestras pacientes de salud mental desde hace varias semanas. Recibe atención psicológica en el colegio Andy Aparicio de la parroquia La Vega. “Obviamente, una siente oscuridad, que no va a salir de donde está. Antes estaba mucho más nerviosa y ansiosa. Con la terapia he aprendido a controlar mis emociones”, añade.
A finales de 2016, en colaboración con la organización local Fe y Alegría, empezamos a brindar atención médica en los barrios de Petare, La Vega, y en los municipios de Sucre y Libertador. Allí ofrecemos servicios de salud mental a afectados por violencia urbana y a víctimas de violencia sexual.
Miedo, depresión y angustia
Y es que la violencia deja secuelas: los vecinos viven con miedo, se deprimen y padecen angustia y ansiedad. En 2016, nuestros equipos atendieron 210 casos de violencia directa: testigos de enfrentamientos entre pandillas, víctimas de violencia sexual y personas en proceso de duelo por algún miembro de su familia asesinado. Nuestros psicólogos brindaron 367 consultas psicológicas individuales y atendieron a 57 víctimas de violencia sexual. En concreto, el 42% de las víctimas de violencia directa que atendimos fueron niños y adolescentes.
“La tragedia que la gente lleva por dentro hace que comentan muchos errores, empezando por el maltrato a los niños” señala Caterina, una líder comunitaria de La Vega. “Trabajamos con niños y adolescentes en los colegios. A través de juegos y charlas, podemos detectar casos de violencia directa. Hemos visto cómo estos niños perciben la violencia, cómo reaccionan ante el miedo, la ira, la tristeza», comenta nuestra psicóloga, Suhail Izaguirre.
“Para nosotros, MSF es una respuesta»,dice María Sáenz, orientadora social de la escuela Andy Aparicio.
«Nos dimos cuenta de que hay chicos que necesitan atención especial, adolescentes que se meten en pandillas. Aquí, los efectos de la violencia son enormes», concluye.
Disparos diarios
Los enfrentamientos entre bandas, llamadas en estos barrios ‘malandros’, son frecuentes. Es usual escuchar disparos a cualquier hora del día; las personas temen salir a la calle. La mayoría de estos enfrentamientos suceden en el barrio de Petare, una población de más de 400. 000 habitantes compuesta por barrios cuyos límites o fronteras invisibles no se pueden cruzar.
“La violencia es fuerte, muy fuerte. Últimamente nos sentimos acosados porque tenemos mucha ‘gente’- bandas delictivas- que se ha mudado de otros lados”, asegura Caterina, líder de La Vega. “Aquí, en mi comunidad, me siento segura, pero empiezo a sentir la adrenalina si camino por otro lado. Después de las ocho de la tarde, la gente no sale de sus casas”, comenta una voluntaria de una de las escuelas de Fe y Alegría.
La comunidad es clave
Carolina López, gestora de las actividades de salud mental del proyecto, subraya la importancia de la comunidad. “Nos hemos aliado con otras organizaciones para capacitar a líderes comunitarios y educadores en la promoción de la salud mental”, dice. El año pasado participaron 7.807 voluntarios. “Estas actividades de psicopedagogía incluyen clases y talleres de temas como control de la ansiedad, miedo, primeros auxilios psicológicos y prevención de la violencia sexual, entre otros «, detalla. El objetivo es no solo sensibilizar a la población de la importancia de la atención en salud mental, sino también prevenir y detectar casos de violencia sexual para que sean referidos a profesionales especializados.