Algunos integrantes del personal y pacientes del hospital de Abs nos comparten sus testimonios, que describen la vida diaria en esta región de Yemen. (Recogidos en junio de 2017)
Ayed Ali, personal sanitario.
Soy del distrito de al-Sharq, en la gobernación de Hajjah. Vivimos en casas sencillas. Muchos yemenitas viven en el campo, bebiendo de pozos y de tanques de agua que están completamente expuestos a sufrir contaminación externa, sin importar que el agua esté limpia o no. Descubrimos algunos casos de cólera por la mañana, y luego más casos por la tarde. Al amanecer del día siguiente, habíamos hospitalizado todos estos casos en el centro de salud público más cercano. Sin embargo, en el centro de salud no había personal para atenderlos. Les dimos analgésicos hasta las 3 de la mañana, pero su situación empeoró. Acudimos a MSF cuando nuestra situación se complicó. La familia infectada comprendía 9 miembros afectados. Nos vimos obligados a buscar una ambulancia, porque cuesta mucho llegar hasta aquí desde el lugar en el que vivo.
Vivía en Abs, pero nos vimos obligados a abandonar nuestra casa. Mi casa fue alcanzada por los bombardeos y quedó completamente destruida, así que me vi obligado a mudarme y construir otra casa. Mi vida antes de la guerra estaba resuelta. Tenía una vida tranquila y segura. Era un trabajador normal, con mi salario mensual, pero ahora las cosas son diferentes. Ya no hay sueldos y apenas hay servicios. Incluso los hospitales públicos están cerrados. No hay medicamentos. Si estás enfermo o herido y tienes dinero, obtendrás tratamiento, de lo contrario, morirás. Algunas personas disfrutan de bienestar económico y pueden manejar sus asuntos, muchas otras son pobres. En cualquier caso, la situación es mala para todos.
Zahra Hussain, madre de dos niños desnutridos.
Tenía a mis dos hijos enfermos, pero cuando quise venir, me encontré con muchas dificultades para encontrar transporte.
La situación de mi marido tampoco es buena. Está fuera trabajando. Por suerte, una persona con buen corazón me ayudó a llegar al hospital. Mis hijos están bastante débiles. Tengo otros 4 en Buhaira, nuestro pueblo y estoy bastante preocupada por ellos. Nuestra vida allí es muy dura. Ya no es como solía ser antes; ahora todo se ha vuelto más difícil.
Antes todo era mejor y más seguro. La gente solía ir a su trabajo, las tiendas estaban llenas y bien abastecidas, solíamos ir al mercado… ahora ya no es lo mismo. No hay centros de salud y tenemos serios problemas para obtener los suministros más básicos. Apenas hay nada. Faltan productos tan esenciales como la harina. Mis hijos más pequeños han sido criados en la guerra; no conocen una vida en paz. Tenemos incluso dificultades para obtener la leche que necesitan. Paso muchos días buscándola, preocupada y ansiosa. Ojalá la guerra terminara y nuestro país volviera a ser como era antes. No me siento segura. Me siento asustada. No es como antes, cuando se podía ir a cualquier parte sin temer que te pasara nada. Sin embargo, no quiero dejar mi país. No quiero emigrar a otro lugar.
Ali Muhammad, paciente.
Cosechamos qat, pero apenas logro venderlo. Tengo seis hijos. Esta de aquí, la de la foto, ha estado enferma durante 3 meses, debido a la situación cada vez más deteriorada en la que nos encontramos. Lleva tiempo ingresada en el hospital, pero no parece que haya nada que la haga mejorar. Está sufriendo de anemia, tiene infecciones y también malaria. El resto de mi familia está en casa y también está enferma. Sufren todo tipo de enfermedades. Todo el mundo está enfermo y en malas condiciones de salud, pero su mala situación financiera hace que no puedan ir a un centro de salud que disponga más recursos.
Además, el cólera está en todas partes; el agua está contaminada y yo ya he decidido que es mejor ni beber. Tenemos tanques, pero no conseguimos que nos traigan agua de manera regular. La situación no puede ser peor. Ni siquiera puedo cubrir las necesidades de mi propia familia. Mi hermano tiene 8 niños y pasa muchas dificultades para poder poner algo de comida sobre la mesa. Yo no tengo el dinero para pagar nada; usamos siempre la misma ropa y las mismas alfombras porque no tengo dinero para otras. Ni siquiera tenemos puertas. Tenemos casas sin puertas y eso hace que en invierno pasemos frío y quedemos expuestos a la lluvia. Mi padre enfermó y aunque lo hospitalizamos, falleció. Mi madre también murió. No es fácil sobrevivir así para las personas más mayores. Yo no soy más que un ejemplo. Muchas otras personas están pasando por situaciones similares a la nuestra.
Dr Ahmad Hasan Azman, médico general, trabaja en el área de nutrición.
Trabajo con MSF desde diciembre de 2016. Los ingresos de la gente de esta zona dependen del trabajo que hagan cada día, a diferencia de las personas que viven en las tierras altas, que pueden confiar en el cultivo de qat y que tienen los ingresos más asegurados. Las personas en Abs no han recibido una educación de mucha calidad y no suelen tener ahorros o trabajos fijos. Por eso, los habitantes de esta zona son los más afectados por la situación actual. Muchas de estas personas han perdido su sustento y muchos de ellos empiezan a sufrir problemas de salud por los que al final acaban aquí, en el hospital. Tenemos muchos casos muy complicados; personas que están en una situación muy mala. Cuando le preguntamos a sus acompañantes por qué tardaron tanto en venir al hospital, suelen decirnos que no tenían suficiente dinero para venir hasta aquí.
Tenemos muchas dificultades para sacar adelante algunos de los casos que recibimos, porque a menudo llegan muy tarde; en fases muy avanzadas de la enfermedad. Recibimos pacientes de más de la mitad de la gobernación de Hajjah, no sólo los residentes del distrito de Abs. Recibimos una gran cantidad de desplazados internos; gente que tuvo que abandonar sus casas por culpa del conflicto.
Nos enfrentamos al problema de tener que convencer a algunos pacientes, especialmente a sus madres, de la importancia de mantener a sus hijos o hijas en el centro de alimentación terapéutica hasta terminar el tratamiento. Algunos de ellos se quedan sólo por unos días, luego deciden irse. Tratamos de informarles de que el proceso de curación requiere que el paciente pase por las diferentes fases y gane peso, pero muchos optan por salir en contra del criterio médico. Regresan dos o tres semanas más tarde con las mismas complicaciones y con más enfermedades, debido a la negligencia que han cometido y a las dificultades que tienen para poder mantener una higiene personal adecuada, lo cual acaba causando infecciones y diarreas.
El impacto de la guerra ha sido brutal. Al menos aquí siento que todos los esfuerzos que hacemos y la atención médica que proporcionamos a los pacientes no son en vano. Me encanta cuando veo la sonrisa de un niño al que estamos ayudando a salir adelante.
Ahmad Qasem, supervisor del departamento de urgencias.
El hospital de Abs es el único hospital público de la zona. Este es el único lugar al que la gente puede acudir para obtener servicios médicos gratuitos. Los habitantes de Abs y de toda la zona no tienen otro lugar donde ir, además de que su situación es realmente mala debido a la guerra, el desplazamiento forzoso y las enfermedades que sufren y que están directamente relacionadas las condiciones de vida. Recientemente hemos sido testigos de muchos casos de malaria; unos 120 al día.
También vemos infecciones respiratorias y otras enfermedades comunes. También vemos muchos pacientes que han sufrido accidentes de tráfico y heridas de guerra o por disputas entre los distintos grupos étnicos. Llegan aquí en muy mal estado. Apenas disponen de un techo sobre sus cabezas y de calzado para proteger sus pies. Hay familias de 7 miembros viviendo en una tienda de 3 metros cuadrados. La gente antes vivía en sus hogares y lo hacían con dignidad. Tenían suficiente dinero para vivir. Sin embargo, algunas personas han perdido sus casas y su dinero; algunos incluso han perdido parte de sus familias debido a esta crisis.
Recuerdo a un niño de 2 años que perdió a toda su familia en un ataque aéreo, y que fue acogido por otra familia vecina. Ahora, este niño es huérfano y no tiene a ningún familiar a su lado. Al menos tuvo la suerte de encontrar a alguien. Y lo peor es que no es un caso aislado; aquí escuchamos muchas historias como esta. Cuando te encuentras de frente con algo así, simplemente no sabes qué hacer. No puedes evitar llorar cuando ves algo así.
Son muchos los casos que me han tocado profundamente, pero quizás el momento más impactante para mí fue cuando este hospital fue bombardeado, en agosto de 2016. Yo estaba trabajando en el departamento de emergencias cuando nos llegó el aviso de que se había producido un bombardeo cerca de aquí, así que debíamos estar listos para empezar a recibir nuevos casos. No oímos el ataque aéreo; sólo sentimos una fuerza que nos empujaba al suelo. Cuando logré levantarme del suelo, inmediatamente pensé en mis colegas. Fui al departamento de urgencias y encontré partes desmembradas de cuerpos; aquello fue una masacre. No podía mirar aquello. Volví y les dije a los demás que todos mis colegas habían muerto.
Antes del ataque aéreo, la gente del lugar solía sentirse segura en el hospital; ahora ya no. Cuando meses más tarde regresé a trabajar aquí y llegué al departamento de urgencias, recordé los horrores de aquel día y no pude evitar empezar a llorar. Poco a poco reanudamos el trabajo, pero aquella experiencia ha dejado una marca muy grande en mí. Al principio las cosas no eran igual. La gente entraba en pánico solo con ver un avión, o incluso cuando una puerta se cerraba de golpe. Ahora, la gente se siente un poco más segura, pero todavía tienen miedo. Hace unos días, un gran número de aviones estaban dando vueltas en la zona en plena noche, por lo que algunas mujeres abandonaron el departamento de nutrición y trataron de salir corriendo. Intentamos calmarlas.