Después de dos años de operaciones en Nariño, decidimos finalizar el proyecto de salud descentralizada que desarrolló en el Triángulo de Telembí, que incluye a los municipios de Barbacoas, Magüí y Roberto Payán.
Allí, el conflicto entre grupos armados ha generado el desplazamiento y confinamiento de las comunidades, lo que dificulta su acceso a servicios de salud.
Nuestro proyecto en Nariño, Colombia
Ante esa necesidad, el proyecto buscó fortalecer la salud comunitaria de la región a través de la capacitación en salud primaria y salud mental a agentes comunitarios. Con este modelo de salud descentralizada, se realizaron 90 sesiones con un total de 1102 participantes. Los agentes comunitarios, además, eran los enlaces con los hospitales municipales y departamentales. Y fueron ellos mismos quienes identificaron un vacío en la atención a problemas y trastornos de salud mental.
Durante estos dos años, desarrollamos también ocho intervenciones de emergencia y cinco clínicas móviles en lugares en los que no había presencia de servicios de salud desde hace más de dos años, principalmente en los consejos comunitarios de La Voz de los Negros, Patía Viejo y Manos Amigas.
Pese a ello, consideramos que los recursos destinados a este proyecto pueden contribuir de manera más provechosa a cubrir otras situaciones de emergencia en el país, por lo que dio por terminadas sus actividades. Así lo señala Luis Eguiluz, jefe de la misión en Colombia:
“En los últimos meses hemos estado trabajando para reevaluar las necesidades de salud de las comunidades, y seguiremos monitoreando las necesidades humanitarias en el departamento, así como responder a emergencias”.
Durante su intervención y tras más de 20 años trabajando en el departamento de Nariño, hemos atestiguado la necesidad de una mayor actuación de las instituciones y otras organizaciones humanitarias en la zona. Especialmente tras situaciones de emergencia, las necesidades de agua, alimentación y salud de la población desplazada o confinada no se cubren adecuadamente, por lo que hacemos un llamado a las entidades competentes a satisfacer estas demandas.
No obstante, desde Médicos Sin Fronteras Colombia continuaremos evaluando las necesidades médico-humanitarias, tanto en el departamento de Nariño como en otras regiones del país, seguiremos la evolución del conflicto e intenvendremos si la situación lo requiere.
Conoce algunos testimonios de la atención en salud mental de nuestros agentes comunitarios en Nariño
Rubi Angulo – Río Pirí
«En mi comunidad vivimos bien porque somos todos muy unidos, por eso me apoyaron cuando me eligieron como agente comunitaria. Este ha sido un proceso muy hermoso porque me he vuelto una referente en salud. Lo más difícil al inicio fue hablar de salud mental porque las personas pensaban que eso era para las personas locas. Pero gracias a los talleres individuales y grupales de psicoeducación que hice con el apoyo de MSF, ellos han entendido que todos en algún momento necesitamos hablar con una psicóloga, hablar de lo que sentimos y no callar. Por eso me siento muy orgullosa.
Ahora las personas vienen a buscarme a la casa. Me dicen: yo necesito hablar, necesito que me dé una psicoeducación. Uno de los casos que más me impactó fue el de una mujer que tenía alucinaciones y comportamientos por los que la comunidad la había llamado «zombie». Yo hablé con ella y por las señales de alarma que aprendí pensé que necesitaba atención más especializada, entonces logramos llevarla a una psicóloga en Roberto Payán y ella la remitió al Hospital Perpetuo Socorro, en Pasto, que es la capital del departamento. Allá duró 15 días hospitalizada hasta que le diagnosticaron epilepsia y depresión. Finalmente le mandaron un tratamiento de por vida.
El proceso también fue muy valioso con la familia y la comunidad. Yo les hice una charla de psicoeducación para decirles que ella necesitaba apoyo y amor, porque antes ella vivía de casa en casa, en la calle. Nosotros logramos que la comunidad le cediera una casa a la familia, con el compromiso de que se hicieran cargo de ella. Y la comunidad ya no se burla de ella. Lo más difícil de ahora en adelante será poder garantizarle el medicamento mensual porque aquí en Roberto Payán no hay la misma disponibilidad que en Pasto o en Bogotá».
Yenifer Cortés – Río Ispí
«La gente de mi comunidad es muy amable pero no tenía idea de lo que era la salud mental, ni siquiera yo, que soy auxiliar de enfermería. Uno de los casos que lo demostraban era el de un muchacho que estuvo 20 años amarrado. La mamá nunca lo había llevado al médico y lo mantenía en condiciones que no eran adecuadas. Gracias a la capacitación de MSF, pudimos llevarlo al psicólogo y hacer un proceso de educación psicosocial con la madre. Aun así, por las dificultades de acceso a salud de nuestro territorio, pasaron más de seis meses para poder llevar al muchacho al médico. Finalmente le descubrieron un trastorno mental.
Además del apoyo psicológico, nuestro trabajo como agentes comunitarios es hacer charlas casa a casa y ayudar a las personas a prevenir enfermedades. Yo soy una referencia cuando alguien se enferma, porque ir al médico es muy difícil. Pero si el paciente está muy grave lo sacamos a la cabecera de Roberto Payán, que está a tres o seis horas, dependiendo de qué tan seco esté el río. Además de eso, hay otras necesidades que no están resueltas: como no hay vía de acceso, la gente tiene dificultad para sacar sus productos como el plátano o el cacao. También hace falta mejorar las viviendas, la mayoría no tienen baños y hacen sus necesidades al aire libre».
Carlos Sevillano – Río Gualpí
«Estas son veredas olvidadas por los entes de salud. Por eso había muchos mitos cuando se hablaba de salud mental y se decía que las personas estaban locas, las estigmatizábamos y las ignorábamos. Pero gracias al proyecto, comenzamos a detectar casos, a explicar el verdadero significado de la salud mental y a brindar ayuda. Hablamos acerca de las emociones, de cuándo ya no es normal sentir algo y se debe buscar ayuda.
Entonces empezaron a llegar a mí las mamás con los niños y me decían: últimamente a mi niño le pasa esto, ayúdeme, lo noto extraño. Yo indagaba y si veía señales, sacaba una cita con el psicólogo. Y definitivamente el psicólogo encontraba problemas de salud mental: había personas que incluso habían intentado quitarse la vida, que no querían vivir. Así conocí el caso de un muchacho de 17 años que era muy agresivo y que decía que todo le daba igual. Cuando lo llevamos a la psicóloga ella supo que él había conseguido un arma para suicidarse.
También me llegó el caso de una señora que perdió un hijo y una hija, y pensaba que si otro hijo salía a la calle, lo iban a matar. Ella lloraba todo el tiempo. Yo la abordé y la señora me decía: «yo no entiendo por qué esto es vida, yo debería estar muerta o mínimo loca». Yo le dije: yo soy agente comunitario; si está de acuerdo, busquemos ayuda donde el psicólogo. Lo logramos y la señora ha cambiado bastante. Está muy agradecida.
Pero las necesidades persisten. Yo a veces llamo al hospital y me asignan la cita, pero cuando el paciente va directamente es otra cosa. No lo atienden. Lo que más quisiera es decir que en este proceso no me dejen solo. Yo estoy dispuesto a colaborar a mi comunidad, a mi gente, pero que me brinden respaldo para poder seguir dando ayuda. En realidad, mi gente lo necesita«.